A los que odian su amargura, pero su color aprecian.
A los que lo beben solo o acompañado con leche.
Para los que lo prefieren mezclado con chocolate.
Para los que le ponen dos cucharadas de su azúcar,
para los que no le ponen ninguna.
Así, en fin, es la vida.
Así, en fin, es poesía.
Manuel Fernández-Galiano Amorós
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